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EUROKRISIS

¿Y si Rusia desaparece?

¿Y si Rusia desaparece?

¿Y si Rusia desaparece?

20 Septiembre 2006

Holocausto demográfico

Un colaborador nos envía este interesante artículo acerca del aporte ruso al desastre demográfico global. Creemos que resulta muy ilustrativo. Especialmente recomendado para aquellos que aun consideran nuestras posturas como 'alarmistas'.

¿Y SI RUSIA DESAPARECE?

En los últimos diez años han desaparecido 11.000 pueblos y 290 ciudades, y en el norte del país la población se ha reducido un 40%.

En estos últimos tiempos Rusia ha sido muy activa en política exterior. Ha resurgido como uno de los principales actores de la política europea, en calidad de principal proveedor de gas y petróleo. Ha intentado ejercer presión en Oriente Medio y restablecer su posición preeminente respecto de Ucrania, Georgia, Moldavia y otras zonas del ex imperio soviético. El mes próximo recibirá la reunión anual de las principales potencias industriales, el G-8. No debe sorprendernos demasiado. La desintegración de la Unión Soviética, ocurrida hace quince años, fue un gran trauma, y el deseo de Moscú de recuperar al menos una parte de la influencia y el poder perdidos es, en cierto modo, natural. Para este esfuerzo el Kremlin cuenta con algunas cartas fuertes no sólo como proveedor de energía, puesto que a medida que los yacimientos petrolíferos del mar del Norte se vayan agotando, su posición se verá todavía más reforzada, sino también como poseedora de un considerable arsenal de armas nucleares y otras similares. Sin embargo, debe enfrentarse a una debilidad gravísima: la población de Rusia se reduce más deprisa que la de ningún otro país, exceptuando Ucrania. Según los pronósticos de la ONU, a mediados de este siglo, la población de Yemen habrá superado a la de Rusia (1).

Tal vez se trate de una exageración, pero existen otros dos factores indudables: la población no sólo se reduce, sino que su composición cambia rápidamente. Entre un 12% y un 18% de los habitantes de Rusia son musulmanes (se desconocen las cifras exactas) y su tasa de natalidad es alta. A mediados de este siglo, por lo menos uno de cada cuatro rusos será musulmán y ya comienzan a plantear sus reivindicaciones políticas. Se concentran en el Cáucaso y en la región del Volga, y en Moscú hay mayor número de azerbaiyanos que en Bakú.

Por otra parte, mientras el Gran Moscú va creciendo a toda velocidad gracias a que allí las condiciones de vida y de trabajo, así como los ingresos, son mucho mejores que en el resto del país, hay grandes zonas que se van despoblando. En los últimos diez años han desaparecido unos 11.000 pueblos y 290 ciudades y es probable que en los años venideros otros 10.000 pueblos acaben igual. En ese mismo periodo, en el extremo oriental del país desapareció aproximadamente un tercio de la población, mientras que en el norte la merma alcanza alrededor del 40%. La población de Siberia disminuye rápidamente, y no tardará en llegar el momento en que entre los Urales y el océano Pacífico queden apenas unos pocos millones de habitantes. Se trata de regiones inhóspitas, siempre fue difícil conseguir que la gente viviera allí. Pero disponen de abundancia de minerales, y si los rusos se marchan, lo más probable es que otros ocupen su lugar.

Resulta interesante comprobar que las autoridades rusas han tomado conciencia hace relativamente poco del desastre demográfico que se avecina (2). Quizá el motivo principal radique en que el Gobierno se encuentra en Moscú y que la ciudad ha crecido a pasos agigantados.

El Gran Moscú se ha convertido en una de las mayores conurbaciones del mundo, y al mismo tiempo, en un embotellamiento gigantesco. Posiblemente exista otra razón por la que resulta tan difícil pensar en remedios para frenar esta tendencia. En las últimas semanas se han convocado reuniones urgentes para tratar la situación. El ex primer ministro y jefe del KGB Primakov ha manifestado que, de no mediar un cambio drástico, es posible que dentro de unas cuantas décadas Rusia haya desaparecido. En un mensaje sobre el estado de la nación, el presidente Putin ha calificado el problema demográfico como el segundo de los grandes desafíos del país (el mayor es el retraso tecnológico y posiblemente se equivoque en el orden de prioridades). El Gobierno ruso ha anunciado que destinará 40.000 millones de rublos a incentivar el índice de natalidad. Las rusas obtendrán por cada hijo 110 dólares mensuales y un pago único de 9.000 dólares. No obstante, en este caso, es posible que dicha inversión diste mucho de ser suficiente.

Según las encuestas de opinión, la mitad de las rusas continúa sin querer tener hijos a causa del alto coste de vida, entre otros motivos. Stalin daba primas a las madres con más de dos hijos, y a lo largo de la historia otros gobernantes han puesto en práctica políticas de natalidad similares aunque sin éxito duradero (3). En Francia y Suecia se han tomado importantes medidas para fomentar el crecimiento de la población y ayudar a las madres a continuar con su carrera profesional, aunque los resultados no han sido espectaculares. La mayoría de las sociedades europeas se enfrentan al envejecimiento y la reducción de la población, pero en ninguna parte la situación es tan grave y seria como en Rusia.

"Rusia para los rusos", es el eslogan de la derecha rusa y de muchos que ni siquiera se consideran de derechas. En vista de las tendencias demográficas y de la reducción del número de rusos étnicos es un eslogan que no tiene demasiado sentido. ¿Dónde estarán las fronteras de Rusia a finales de este siglo? ¿Se producirá un desplazamiento hacia los Urales o incluso más al oeste, como ocurría en la época de Iván el Terrible? En el mundo contemporáneo los recursos energéticos son muy importantes. Pero si el número de rusos desciende por debajo de ciertos mínimos, Rusia dejará de existir con sus actuales fronteras. La naturaleza y la política no toleran el vacío.

Walter Laqueur, 11-06-06.

Walter Laqueur es el actual director del Instituto de Estudios Estratégicos de Washington.Traducción a cargo de Celia Filipetto.

Notas:

(1): si bien la ONU no es que sea un organismo especialmente fiable en estos asuntos, como iremos viendo en próximos artículos.

(2): ese grado de ceguera, imprevisión y estupidez no es exclusivo de Rusia. En España ya estamos perdiendo población española y no existe ni la menor conciencia del problema.

(3): ésta es una verdad parcial y matizable. Es cierto que en muchas ocasiones los intentos natalistas por parte de gobiernos y dirigentes han conseguido resultados exiguos. Pero en buena parte de las veces esto se ha debido a que las propias administraciones que habían puesto en marcha dichas medidas, y de cuya voluntad política dependía el mantenimiento de las mismas, han perdido el poder y con su salida se ha producido también la retirada de sus políticas. Éstas por su parte, para ser realmente efectivas, necesitaban ser aplicadas a muy largo plazo y con constancia. Es un fenómeno que ha ocurrido tanto en la fase crepuscular del Imperio Romano como en la Suecia de los años noventa.

En otros casos es cierto que medidas fuertemente intervencionistas, aplicadas por largos períodos, han conseguido resultados discretos (Francia).Dar unas razones generales y abstractas de dichos fracasos no tiene demasiado sentido, puesto que cada caso reúne una serie de factores específicos.Ahora bien, se pueden dar unas indicaciones.

En primer lugar, es necesario que la población objeto sea auténticamente consciente de su situación. Conseguir eso en sociedades donde prima el escapismo respecto a las realidades duras, y la frivolidad y huida hacia adelante - especialmente entre la clase política- es realmente una labor titánica.

En segundo lugar las acciones son, en ocasiones, demasiado superficiales. Casi se podría decir que son pura cosmética de cara a la galería. Hay que ser consciente de que de lo que se trata es de cambiar nada más y nada menos que la inercia demográfica de una población, lo cual exige transformar traumáticamente los modos de vida y las estructuras sociales y económicas. Ahí es nada. Las medidas deben ser múltiples, afectar a diversos aspectos de la realidad de forma coordinada y ser consecuencia de un análisis serio y complejo. También deben ser valientes independientemente de lo impopulares que puedan resultar. Veamos unos ejemplos.

De nada sirve una ridícula paga de, pongamos, 100 euros para cada madre trabajadora. En primer lugar esa paga debe extenderse, como es evidente, a cualquier madre potencial en una cierta franja de ingresos si lo que queremos es subir la natalidad y no malgastar el dinero público en pura propaganda electoral. En segundo, poco ayudan los subsidios directos -y menos si son tan pequeños- si el esfuerzo financiero dedicado a la vivienda es brutalmente elevado, cual es el caso de España.

Igualmente, sin una fuerte progresividad fiscal que tenga en cuenta, de verdad y de forma determinante el número de hijos, y sin leyes que fuercen a las empresas a implementar medidas de conciliación reales, todo lo demás será vano. Y qué decir de la temporalidad laboral, grotescamente elevada -nadie se anima a tener hijos si no sabe en qué va a estar trabajando seis meses después. Además, dos aspectos fundamentales son fomentar la concepción durante la veintena frente a la concepción en la treintena, y conseguir reducir el tiempo medio entre embarazos de las mujeres que se encuentran por encima de los treinta años. Y eso sólo son unos breves apuntes en torno a los aspectos materiales y económicos del asunto, en absoluto los únicos.

Porque -y éste ha sido un error clásico- todo lo anterior constituye poco más de la mitad de la cuestión. No se puede negar el efecto pernicioso que sobre la natalidad tienen las actitudes refractarias a la misma instaladas en amplias capas de la sociedad. Tampoco la crisis de duración de la pareja en el mundo moderno (nadie tiene hijos con una persona con la que no se piensa, en ese momento, que se va a permanecer indefinidamente).Este tipo de factores -esenciales- no pueden ser despreciados alegremente tan sólo porque resulte difícil actuar sobre ellos.

Igualmente, y desde un punto de vista exclusivamente demográfico, una sociedad con una crisis de natalidad tan fuerte y larga como -por ejemplo- la nuestra no puede permitirse una cifra de abortos reales cercana a los 100 000 anuales -con un modelo de aborto tan permisivo que mujeres de Francia, Portugal, Italia y Bélgica vienen a España a abortar. ¡100 000 abortos son por sí solos un tercio del incremento en nacimientos que España necesita! Y en Rusia la tasa de abortos es mucho más elevada...

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