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EUROKRISIS

La inmigración no europea hipoteca de nuestra identidad

La inmigración no europea hipoteca de nuestra identidad

Informe. La inmigración no europea hipoteca seriamente la posibilidad de
afirmación de una identidad común europea.


La Unión Europea no será una superpotencia más que a condición de que exista una identidad afirmada y común. La inmigración no europea hipoteca seriamente la posibilidad de afirmación de una identidad común y alerta sobre la perspectiva de una desaparición , en este siglo, del substrato cultural de Europa.

Son las conclusiones del Instituto Thomas More y el Instituto Europeo de Investigación, Estudios y Formación, ligados al Ministerio de Defensa francés y a la Comisión Europea . Iniciativa Habitable te ofrece en exclusiva la traducción de este importante informe.
 
El texto de esta “Tribuna” está sacado de una conferencia que Aymeric Chauprade pronunció en el coloquio internacional “Las migraciones en los países mediterráneos: problemas demográficos, políticos y culturales”, organizada en Roma el 11 de noviembre de 2004. Este coloquio fue organizado por el Instituo Thomas More y el Instituto Europeo de Investigación, Estudios y Formación, ligado al Ministerio de Defensa francés y a la Comisión Europea .Establecido en Bruselas, París, Roma y Budapest, reúne personalidades de numerosos países europeos, el Instituto Thomas More es un Think Tank independiente.

Difunde informes, recomendaciones y estudios realizados por los mejores especialistas ante los responsables políticos y económicos y los medios de comunicación internacionales.El Instituto Thomas More es a la vez un laboratorio de ideas y nuevas propuestas, un centro de investigación y un medio de influencia.

El sueño (ensueño) de una “superpotencia europea” agita, desde hace al menos 30 años, las inteligencias más brillantes de nuestros viejos países agotados. Desde qué punto de vista, con qué objetivos, bajo qué modalidades, a través de qué medios: el debate es más bien flojo, es lo menos que puede decirse…

Pero algo está claro: la Unión Europea no será una superpotencia más que a condición (necesaria pero suficiente) de que exista una identidad afirmada y común. El objeto de esta “Tribuna” es el de demostrar que la inmigración no europea hipoteca seriamente la posibilidad de afirmación de una identidad común y alerta sobre la perspectiva de una desaparición , en este siglo, del substrato cultural de Europa.


EL DESPLOME DEMOGRÁFICO DE EUROPA

La población de la Europa de la ampliación se caracterizaba ya por constituir la población más envejecida del mundo. En 2004, la proporción de menores de 20 años es inferior a la de los mayores de 60 años. Esta situación se evidencia más aún por la comparación del envejecimiento demográfico entre regiones. Esta proporción es igual al cociente de la “post-fecundidad”, es decir el número de seniors (mayores de 50 años) respecto a la cantidad de menores de 20 años. Para la Europa de antes de la ampliación esta proporción es de 1,5 y, si se examina con detalle el envejecimiento por nación, las situaciones más graves son las de Italia (1,85) y de Alemania (1,7) mientras que Francia tiene una proporción de 1,28, es decir, inferior a la media europea. Dicho de otra forma, para la Europa anterior a la ampliación, la tercera edad está presente en más de un 50% que la juventud y para algunos países, como Italia y Alemania, se tiende
a 2 seniors por cada joven.

Observemos estas cifras en Norteamérica, en el espacio ALENA. La proporción es de 0,74, lo que significa que los menores de 20 años son más numerosos que los mayores de 50. La demografía norteamericana es pues mucho menos declinante que la de Europa.

En Europa, la tercera edad es un 50% más numerosa que la juventud y en algunos países, como Italia y Alemania, se tiende a los 2 seniors por cada joven.

En cuanto a las regiones económicamente emergentes como India y China, su entrada en la fase de envejecimiento es mucho más reciente que la nuestra ; la juventud sigue siendo numerosa : en China , hay casi dos veces más menores de 20 años que mayores de 50 (la proporción es de 0,34). El récord de jóvenes lo ostentan los países musulmanes (muy distintas sin embargo las proporciones entre el mundo árabe, asiático y africano), cuya proporción de envejecimiento demográfico es de 0,22 (es decir, una proporción de jóvenes cinco veces más representada que la de los seniors).

El derrumbe de la fecundidad es un fenómeno que afecta a todo el planeta, con excepción del Africa sub-sahariana, que aún no ha entrado en el proceso de inversión de la pirámide de edades. Pero si todo el planeta (salvo el Africa subsahariana) se encuentra en un proceso de inversión de esta pirámide, es importante destacar que son los europeos quienes han entrado en él los primeros. A lo largo de la historia, sin embargo, la diferencia entre las distintas áreas geográficas es decisiva, pues los flujos migratorios siempre se han dirigido de las zonas más jóvenes a las zonas de más edad. Es el excedente demográfico europeo a finales de la Edad Media el que ha provocado la repoblación del continente americano a partir del siglo XVI. Interesémonos pues en esta diferencia de ritmos demográficos entre áreas geográficas diferentes. La inversión de la pirámide de edades significa que la proporción de mayores de 60 años se vuelve superior a la de los menores de 20 años. Desde 1965, Suecia ha entrado en la inversión de pirámide demográfica ; el conjunto de la Unión Europea a principios de los años 80, Rusia en 1995, ALENA y China deberían entrar en torno a 2010, Africa del Norte en torno a 2030 y el conjunto del mundo musulmán a principios de la década del 2040.

La Unión Europea se enfrenta pues a un reto demográfico de primer orden : su propia supervivencia está en juego pues se ha vuelto “vieja” en el momento en que todos sus rivales geopolíticos son aún “jóvenes”.

La explicación a este envejecimiento acelerado no reside sin embargo solamente en la prolongación de la duración de la vida, consecuencia del desarrollo material de Occidente. En gran parte, es consecuencia de un desplome de la natalidad. De los 25 países de la Unión Europea, 17 (incluídos los de Europa Central) conocen en efecto un excedente de fallecimientos en proporción a los nacimientos.

Hace 30 años, en los territorios europeos que correspondían a la Europa de los 15 y que contaban entonces con 330 millones de habitantes, el número anual de nacimientos era superior a los 6 millones. En estos países se ha derrumbado, pasando de 6 a 4 millones, en tanto que la población europea en su conjunto crecía en 50 millones. Otra cifra llamativa: con sus 380 millones de habitantes, la Europa de los 15 no superaban a los Estados Unidos con sus 295 millones de ciudadanos.

Sin embargo la ampliación no ofrece ninguna solución al problema de la falta de natalidad. Al contrario, lo agrava. Europa del Este pierde anualmente 200.000 habitantes. Y la Unión Europea, verá descender su población en su conjunto de aquí a los próximos 25 años: de 458 millones de habitantes con que cuenta en la actualidad, pasará a 469,5 en 2025 (más o menos un 2%), y a 468, 7 millones menos en 2030. La situaciones aún peor en Europa en su conjunto. Rusia; Ucrania y Bielorrusia pierden entre todas 1,2 millones de habitantes al año. (A propósito de Rusia: “El mayor país del mundo pasará de 144 millones de habitantes en 2002 a 105 millones en 2050. Nigeria, el
Congo, Etiopía, la superarán. Ya no existen subvenciones familiares, ni marcos de referencia, ni infraestructuras. A pesar de toda su riqueza potencial, no queda más que la desesperanza. Es el agujero negro del mundo. Putin ha afirmado: “Estamos experimentando: la falta de natalidad.”).

La ampliación de Europa a 25 miembros no aporta ninguna solución al problema de la falta de natalidad. Todo lo contrario, lo agrava. Cada año, la Europa del Este pierde 200.000 habitantes. Estamos pues asistiendo a un fenómeno masivo de despoblación de Europa por
parte de sus poblaciones autóctonas, siendo la falta de natalidad la causa de envejecimiento o disminución de la población.

La repoblación de Europa por poblaciones no europeas. De forma paralela al retroceso de sus poblaciones de origen, la Unión
Europea se enfrenta desde el último tercio del siglo XX a otro desafío principal: el establecimiento en masa en los territorios nacionales de
poblaciones de origen no europeo. De forma muy lógica, los emigrantes vienen a compensar (parcialmente) la despoblación europea.

Dos áreas geográficas se distinguen en Europa desde este punto de vista: por una parte, la nueva Europa, la de la ampliación, que se está despoblando a una gran velocidad y que apenas se ve afectada por los flujos migratorios extra-europeos ; por otro lado, Europa Occidental, la que se denomina a veces “vieja Europa” pero que no es históricamente más antigua que la “nueva”.

Su crecimiento natural (resta de los fallecimientos a los nacimientos) no asciende, para la Europa de los 15, a más de 400.000, en tanto que su saldo migratorio anual es del orden de 1,6 millones de personas. Dicho de otra forma, la inmigración (legal) es 4 veces más importante que el crecimiento natural de los ciudadanos europeos (que evidentemente no son únicamente los europeos de origen). Si la inmigración progresa 4 veces más rápido que el crecimiento natural (el cual, no hay que repetirlo, contabiliza la natalidad de los inmigrantes llegados en los años precedentes), se puede concluir que la población europea está siendo reemplazada, en un periodo histórico relativamente corto, por poblaciones no europeas.

Oficialmente, según Eurostat, la Unión de los 15 contaba con 15 millones de extranjeros no europeos que no disfrutan de la ciudadanía de un país miembro. Lo cual representa en torno a un 4% de la población de este conjunto. Pero esta cifra no tiene en cuenta las poblaciones no europeas, muy numerosas, que han obtenido la ciudadanía de uno de los países de la Unión. No disponemos de cifras seguras a escala europea porque, en sus estadísticas oficiales, varios países no distinguen a los ciudadanos de acuerdo con su origen étnico una vez que han adquirido la nacionalidad.

Consideremos el caso francés, uno de los países más afectados por los flujos migratorios no europeos. Disponemos de cifras recientes del INSEE (Instituto Nacional de Estadística y de Estudios Económicos). Oficialmente, el 9% de la población francesa metropolitana procede de Africa y Eurasia (Turquía). Este 9% asegura el 16% de los nacimientos en Francia (que dan acceso a la nacionalidad francesa), es decir, 110.000 nacimientos. Una proyección para 2030 se basa en lo siguiente: dentro de 25 años, Francia contará con 10 millones de residentes legales de origen no europeo, lo que representaría un 15% de la población (pasaríamos pues de un 9% a un 15%) y 30% de los nacimientos. Dicho de otra forma, en el 2030 un tercio de la “futura Francia” sería de origen no europeo. En estas condiciones, parece seguro que a finales de siglo, la población de Francia sería en su gran mayoría de origen no europeo, estando los últimos “galos” a punto de morir. 

En Francia, las autoridades detienen al año unos 10.000 ilegales y estiman que no se trata más que de un 10% de los flujos ilegales. Los optimistas estiman que se producen 100.000 entradas ilegales al año, los pesimistas creen que 300.000.

Sin embargo, hasta ahora no hemos tenido en cuenta más que la inmigración legal, contabilizada oficialmente y sostenida por los “estados de bienestar” europeos.

La inmigración ilegal es un fenómeno que pesa también al lado de junto a la inmigración legal, y esto de manera creciente puesto que se acelera en todos los países europeos. En Francia, las autoridades detienen de media anualmente a 10.000 ilegales y estiman que no se trata más que un 10% de los flujos migratorios. Los optimistas estiman que se producen 100.000 entradas ilegales al año, los pesimistas creen que 300.000. Según Maxime Tandonnet, especialista del Ministerio de Interior francés en flujos migratorios, más de 600.000 inmigrantes ilegales viven en Francia actualmente.

Las puertas de Europa a la inmigración ilegal son el Mediterráneo Occidental y el Mediterráneo Oriental. Cada día cientos de candidatos a inmigrante ilegal tratan de atravesar el estrecho de Gibraltar, los enclaves españoles de Ceuta y Melilla en el Norte de Africa. La tasa anual de partida en Marruecos es del 15% de los hombres válidos, es decir 7,5 veces la media mundial de tasa de emigración por país (2%). Los que fracasan al ser detenidos y repatriados, cuando no mueren en circunstancias dramáticas (naufragios, asesinatos a manos de los traficantes de ilegales), lo intentan de nuevo por las Canarias.

En el Mediterráneo Oriental, la principal plataforma de acceso es Grecia (frontera greco-albanesa), procediendo la inmigración ilegal de tres fuentes diversas: los territorios de la antigua Yugoslavia devastadas por la guerra y la limpieza étnica, Oriente Medio, Lejano Oriente. Los flujos de inmigrantes que llegan a Grecia impresionan por su amplitud. En tanto que Grecia no cuenta con más de una docena de millones de habitantes, ha rechazado a lo largo de una decena de años a más de 2 millones de ilegales, es decir , el equivalente a un quinto de su población ; en comparación, es como si Italia hubiese rechazado a 11 millones de ilegales.

Las autoridades de Ankara detienen unos 100.000 ilegales al año y la presión ejercida sobre Turquía a través de Asia Central y Oriente Medio es formidable.

Citemos aquí a Rosseto Fabiola, economista laboral y experto en inmigración de la Universidad de Ankara: “He calculado que los extranjeros ya representan en Grecia el 7,5% de la población y que su crecimiento es exponencial, de 12 a 14 veces superior a las cifras que manejábamos hace 10 años.” Sin embargo, más que Grecia, es Turquía la plataforma de proyección
de la inmigración ilegal hacia la Unión Europea. Las autoridades de Ankara detienen unos 100.000 ilegales al año y la presión ejercida sobre Turquía a través de Asia Central y Oriente Medio es formidable.

En el Mediterráneo Oriental, la inmigración no llega sólo a través de Grecia o Turquía, sino directamente a través de Italia: a través de las fronteras de Eslovenia (de 30 a 40.000 detenciones anuales según el fiscal de Trieste); a través del canal de Otrante y Sicilia miles de ilegales albaneses o tunecinos intentar entrar en la Unión Europea.

Los europeos están pues padeciendo un doble fenómeno demográfico. Envejecen porque ya no producen más niños y están siendo poco a poco reemplazados en sus tierras natales y las de sus antepasados por poblaciones africanas y asiáticas mucho más jóvenes y fecundas, esto de forma legal (una inmigración asumida por razones tanto económicas como ideológicas) como ilegal. Prisioneros de su sentimiento de culpabilidad, habiendo interiorizado la ideología del fin de la historia, rechazan retomar el destino en sus manos.
Sin embargo la dinámica descrita (despoblación europea/repoblación africana y asiática) corre el riesgo de combinarse en los años venideros con factores exteriores a Europa tanto demográficos como económicos o geopolíticos, estas razones determinando el origen socio-económico de estos flujos migratorios.

Los factores de amplificación del fenómeno ¿Por qué motivos, en efecto, la presión migratoria del Sur sobre la Unión Europea va a agravarse? Comparemos la evolución cuantitativa de las poblaciones de la orilla Norte y la orilla Sur del Mediterráneo. En la orilla Norte se encuentran España, Portugal, Francia, Grecia e Italia; en la orilla Sur, dando la vuelta al ”bulevar periférico mediterráneo”, Marruecos, Argelia, Túnez, Libia, Egipto, Turquía, los 4/5 de la población de Chipre (los turco-chipriotas), Siria, Palestina, Líbano y Jordania. Israel se queda aparte pues constituye un país de acogida a una fuerte inmigración judía y apenas es país de partida de inmigrantes.

La orilla Norte (europea) cuenta actualmente con unos 180 millones de habitantes en tanto que la orilla Sur cuenta con 240 millones. En 2030, dentro de 25 años, la orilla Sur habrá perdido (si no tenemos en cuenta el flujo de inmigrantes no europeos que experimentará con certeza) 6 millones de habitantes, al tiempo que la orilla Sur sobrepasará los 300 millones de habitantes. Las demografías italiana y española experimentarán un retroceso particularmente terrible. Seremos testigos de una situación , en el mundo mediterráneo, en que la habrá dos veces más población en la orilla Sur que en la Norte.

Esta reserva demográfica con que cuenta la orilla mediterránea se caracteriza sobre todo por la mayor tasa de emigración del mundo. Mientras que la media mundial se sitúa en un 2% de la población (que emigra cada año), la tasa media de partida en el Mediterráneo es del 5% de la población, tasa superior a la zona asiática y del Caribe. Traduzcamos esto en términos cuantitativos: desde el principio de los años 60, cerca de 20 millones de nacionales de los países de la orilla Sur ha emigrado (no sólo hacia Europa, sino también hacia Norteamérica).

Sin embargo esta realidad demográfica de la orilla Sur debe combinarse con los riesgos geopolíticos que pesan en la región.
El primer riesgo principal es el de la evolución de los regímenes del mundo mediterráneo musulmán hacia el Islam político (el islamismo). La persistencia del conflicto palestino-israelí, la presencia americana en Iraq, la colaboración de sus gobiernos con los Estados Unidos percibida por una gran mayoría de los árabes tanto del Norte de Africa como de Oriente Medio como una alienación y una humillación, la ausencia de una auténtico socio-económico más allá de los signos evidentes de crecimiento, todo ello contribuye a hacer la cama al islamismo. ¿Cuál es, en estas condiciones, el grado de solidez de los regímenes de alguno de estos países? Segundo fenómeno a tener en cuenta : las consecuencias de la revolución económica mundial provocada por la emergencia de Asia y sobre todo por la de China. Sometidas a una presión creciente y para seguir siendo competitivos, las economías europeas corren el riesgo de conocer un deriva hacia la economía subterránea. Ya el 10% del PNB de España y el 30% del de Italia o Grecia son el resultado de la economía paralela. Cuanto más envejece Europa, cuanto más se enfrentan los estados de bienestar a los costes de la tercera edad y de la sanidad, cuanto más sufre la economía las consecuencias, más se sustrae ésta a la punción fiscal, deslocalizando o defraudando.

Y quien habla de economía sumergida está hablando de empleos clandestinos. Segmentos completos de las economías europeas corren el riesgo de recurrir a la mano de obra extranjera y clandestina o incluso legal en la medida en que el inmigrante es generalmente considerado como menos exigente en materia de condiciones laborables y niveles salariales : ¡ no tiene de todas formas
otra elección ¡ Existe una aspiradora de la inmigración legal e ilegal que es esencialmente económica, pues numerosos actores económicos estiman que la “globalización” les permite seguir siendo competitivos frente a la significativa capacidad de adaptación de los Estados Unidos y en especial frente al desafío chino y asiático en general.

Entre las distintas consecuencias de la globalización, se encuentra el agravamiento del peso de las mafias transnacionales, favorecidas por la libertad de flujos financieros y de todo tipo. Uno de los sectores más lucrativos para estas mafias transnacionales es precisamente el “mercado de la inmigración clandestina”. Cuanto más aumenta la demanda migratoria, más prosperan las mafias, más pueden desarrollar nuevas sucursales de inmigración ilegal y establecer la oferta.

Cuanto más aumenta la demanda migratoria, más prosperan las mafias, y cuanto más prosperan éstas, disponen de más medios para desarrollar nuevas sucursales de inmigración ilegal y de crear la oferta.
El análisis de los flujos migratorios muestra la importancia de las redes albanesas, yugoslavas, chinas, rusas…El tráfico de seres humanos se combina por otra parte con frecuencia con el tráfico de drogas, siendo con frecuencia los inmigrantes obligados a pagar su billete ejerciendo de traficantes e hipotecando así los posibilidades futuras de libertad y dignidad. En especial las mafias marroquíes obligan a muchos de sus candidatos a la emigración a comprarles hachís del Rif que deberán revender en España, Francia o Bélgica para sobrevivir durante los primeros meses de su llegada. En Marruecos, el tráfico de seres humanos, combinado con el tráfico de drogas, asciende a unos 10 mil millones de dólares al año.

Pero el análisis sobre la inmigración no debe limitarse a la constatación de un diferencial demográfico entre ambas orillas del Mediterráneo, a la presión asiática sobre las economías europeas que determinaría en numerosos agentes económicos un comportamiento favorable a la inmigración, o incluso el riesgo de deslizamiento de los países musulmanes hacia el Islamismo. Una cuestión con frecuencia ignorada es la de las perspectivas post-petrolíferas en el Golfo Pérsico.

Hoy en día el Golfo Pérsico, gracias a su economía basada en el gas y el petróleo, absorbe una importante proporción de emigración asiática, egipcia y turca, que habría podido dirigirse a Europa. Seis países del Golfo, cuya población árabe nativa es numéricamente poco importante, absorben más de 11 millones de inmigrantes: pakistaníes, hindúes, filipinos, turcos, egipcios.

Deben hacerse un par de observaciones sobre la evolución del perfil de esta inmigración en la zona “tapón” del Golfo situada entre Europa y Asia. Por una parte la proporción de árabes en relación a los asiáticos tiende a disminuir. En 1990, los egipcios constituían aún el 40% de la población activa en Irak y Kuwait. Hoy en día, más del 70 % de la mano de obra es asiática. Hay múltiples razones para esta evolución. Pero se debe insistir en que el miedo al islamismo en los países del Golfo que corre el riesgo de aumentar, mueve a estos países a favorecer la inmigración de mano de obra asiática no musulmana, al tiempo que el trabajador asiático tiene fama de ser mejor trabajador que el mediterráneo.

Pensemos en lo que ocurrirá en cuanto entremos en una nueva revolución energética mundial, cuando tanto debido al agotamiento de los recursos como al efecto invernadero en la atmósfera, la humanidad elija prescindir de los hidrocarburos. ¿Qué ocurrirá entonces? ¿Seguirá constituyendo el Golfo una zona tampón que se sitúa en el camino de la “marcha hacia el Oeste” de millones de emigrantes asiáticos? ¿No vendrán a aumentar las cifras de la emigración a Europa. En tanto que el mapa geopolítico de Europa está pacificado, el de Oriente
Medio no lo está. Nadie puede afirmar, por ejemplo, que las minorías kurdas, actualmente incorporadas en tal o cual estado-nación, lo estarán actualmente. El pueblo kurdo, sin estado y viviendo en el interior de fronteras estatales a veces frágiles, constituye una inmensa reserva de emigrantes. Ya actualmente 2,5 millones de kurdos viven en Alemania; 200.000 en Francia y 200.000 en Gran Bretaña y Países Bajos.

Europa, víctima ante todo de sí misma

Todos los elementos que hemos señalado apuntan a una extraordinaria fragilidad, una disminución terrorífica. Y en el fondo, esta debilidad de Europa frente al reto de la inmigración, es finalmente la principal amenaza que se cierne sobre ella.

Europa acepta el hecho consumado de la inmigración ilegal a través de las continuas regularizaciones. Cada año, en el territorio de la Unión de los Quince (la de antes de la ampliación), entraba alrededor de medio millón de ilegales. Cada año, el número de ilegales regularizados tras haber violado las leyes europeas, no deja de aumentar en todo el territorio de la Unión. : 220.000 regularizaciones en Francia en los últimos tres años; 50.000 en Bélgica; 720.000 en Grecia; 1,5 millones en Italia; 575.000 en España; 240.000 en Portugal.
Se olvida con frecuencia que la mecánica de reagrupación familiar hace que una sola regularización significa de golpe 3, 4 o 5 nuevos inmigrantes ilegales. 20.000 personas regularizadas pueden crear de golpe hasta 100.000 nuevos inmigrantes legales.

La Unión Europea ha entrado pues, de forma profunda, en un proceso que, a finales de este siglo habrá desembocado en la sustitución de su población de origen por poblaciones no europeas, africanas y asiáticas. ¿Europa seguirá siendo europea a finales del siglo XXI?

Pero lo que ocurre en nuestra civilización europea, heredera de Roma y de las catedrales de la Edad Media, es distinto de lo que ocurre en Norteamérica, en especial de los Estados Unidos. El último libro del catedrático americano Samuel Huntington muestra en efecto que si América tiende a perder su población predominantemente anglosajona, permanece sin embargo culturalmente cristiana. Más aún, las guerras en las cuales ha entrado contribuyen, más allá de las fracturas comunitarias, a refundir la nación americana en torno a una religiosidad común. Los Estados Unidos continúan pues, a partir de varios orígenes étnicos, fabricando americanos.

Por el contrario, hay poca esperanza de que la Unión Europea, a partir de poblaciones étnicamente extraeuropeas, no consigue fabricar europeos culturales. En primer lugar porque a diferencia de los Estados Unidos – que absorben una mayoría de cristianos y consigue incluso convertir una proporción significativa de los que no lo eran -, la inmensa mayoría de los inmigrantes hacia Europa no pertenece a la religión cristiana; en segundo lugar, porque la voluntad de “convertir” a esos inmigrantes, si no a la religión de los europeos, al menos a los valores de éstos, ha desaparecido.
No sólo la construcción europea tal y como se considera actualmente participa del debilitamiento de las identidades nacionales, pero no se propone ninguna identidad europea de sustitución. No sólo la construcción europea tal y como se considera actualmente participa del debilitamiento de las identidades nacionales, pero no se propone ninguna identidad europea de sustitución. En consecuencia, el
inmigrante extra-europeo es acogido por un conjunto económico progresivamente vaciado de sus contenidos identitarios y en el cual no hay ninguna posibilidad de asimilarse porque ya no existe nada a lo que asimilarse.
Cuanto más pasen los años, menos las escuelas europeas serán capaces de asimilar a los niños de origen extra-europeo. Observemos a este respecto las cifras de Francia y sobre todo las de los efectivos de los niños de inmigrantes de origen extra-europeo (menores de 15 años): ya constituyen el 13% de los niños en los colegios. En 2030, esta cifrada habrá aumentado a 25% pero en los grandes centros urbanos (París, Marsella, Estrasburgo..)
Esta proporción podrá ascender a un 50 e incluso a un 75%. Se comprende pues que la misma idea de asimilación ya no tiene sentido.

Las actuales pistas de reflexión estudiadas por la Comisión Europea nos parecen irrisorias ante el reto al que nuestra civilización se enfrenta. ¿Es aún tiempo de elaborar y aplicar remedios eficaces para el provenir? Lo ignoramos. Lo que sabemos, sin embargo, es que las actuales pistas de reflexión estudiadas por la Comisión Europea nos parecen irrisorias visto el reto al que nuestra civilización se enfrenta. ¿Se piensa seriamente que estudiando la organización del tiempo de trabajo de los asalariados, la igualdad entre hombres y mujeres en los centros de trabajo o una política llamada de “envejecimiento activo” Europa será capaz de solucionar su déficit de millones de nacimientos?...Esta visión que consiste en la confusión de las prioridades (y por tanto de las urgencias), en la confusión de lo esencial y lo accesorio, o más exactamente, de las ambiciones y de los medios, parece prometer bien poco para el porvenir.

Europa necesita un auténtico “Plan Marshall” de la natalidad, de la política familiar y de la disminución de la inmigración extra-europea, del cual ciertas medidas ya pueden avanzarse: política de inmigración selectiva; abolición de la reagrupación familiar en los países en los que existe; obligación de exigencia de un nivel cultural mínimo para los candidatos a inmigrantes; obligación real de conformidad a las costumbres y normas de vida de los países de acogida; política de fomento al retorno, disminuyendo sobre todo el acceso a las prestaciones sociales; políticas activas de ayuda al desarrollo de los países de emigración.

Añadamos, antes de concluir, que la debilidad culpable de los países europeos en materia de inmigración, aliada a un sentimiento de inseguridad económica en proceso de generalización, hace la cama a una “nueva xenofobia”, de una reacción de los “blancos humildes”. Se empieza a hablar – sobre todo en Francia – de un racismo anti-blanco: este reconocimiento, incluído el mediático, de un hecho ya antiguo corre el riesgo de ser el preludio, de no hacerse nada en contra, de una vigorosa reacción política, descontrolada y – como siempre, una vez que el mal ha sido percibido demasiado tarde – excesiva por parte de la opinión pública.

Nuestra conclusión es pues pesimista y radical: o bien la Unión Europea lanza en los próximos años una especia de “Plan Marshall” demográfico o bien la civilización europea, como civilización encarnada, habrá desaparecido a finales de este siglo.

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