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EUROKRISIS

El Gobierno suizo tiene miedo de la reacción de los musulmanes!!!

El Gobierno suizo tiene miedo de la reacción de los musulmanes!!!

El gobierno suizo se reconoce alarmado por las "consecuencias diplomáticas y de seguridad" ante la reacción de los musulmanes por el referéndum para prohibir los minaretes

14.07.08 • 03:55 GMT • Javier Monjas - Madrid

Suiza se verá obligada a organizar un referéndum para determinar si se modifica la constitución federal con el objetivo de prohibir explícitamente la construcción de minaretes en las mezquitas del país. El partido que ha reunido con holgura las firmas necesarias para la consulta no cuestiona las mezquitas ni mucho menos el derecho de los musulmanes a un templo, sino los minaretes en sí mismos, vistos como el símbolo del supremacismo musulmán en la Europa cuyo control continúa obsesionando en amplias capas del islam africano, asiático y europeo. No es en absoluto habitual que el gobierno federal suizo tome posición en un referéndum, pero esta vez lo ha hecho, y lo ha hecho en contra de la propuesta. La voz cantante la lleva la ministra de asuntos exteriores, tan adorada en Teherán como maldecida en Washington y Tel Aviv, además de calificada como "la mujer sumisa" por feministas e izquierdistas en su propio país. Mientras, en Oxford continúa el pulso para evitar que la Mezquita Central comience a llamar a la oración a través de altavoces en su minarete, una llamada que, en árabe, siempre en árabe, proclama cinco veces al día que “Alá es el más grande”, que “no hay más dios que Alá” y que “Mahoma es su enviado”. Y lo hace entre repetidas llamadas a una “victoria” que ya se exigía cuando comenzó el expansionismo armado de los ejércitos árabes con el profeta aún vivo liderándolos.

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La ministra de asuntos exteriores de la Confederación Helvética parece sentir una extraña atracción fatal no sólo por los musulmanes, sino por los más duros entre ellos. En una pérfida jugada del destino, Micheline Calmy-Rey nació en una localidad suiza llamada Sión, que, aunque nada tiene que ver en el origen etimológico de su nombre con la Sión bíblica, algún escalofrío causaría entre los máximos dirigentes de Irán que la recibieron este año. Pero el escalofrío debió durar poco. La política socialista se cubrió modestamente con un pañuelo en una acción que encolerizó a sus propios compañeros de partido y a las feministas de su país, quienes, entre titulares que la denominaban "la mujer sumisa", la acusaron de traicionar a las mujeres sometidas a las lacerantes varas de la ‘policía de la modestia’ a las órdenes de los ayatolas de Teherán.

"La mujer sumisa"

Pero lo del pañuelo se quedó corto en relación a la ceremonia en la que lo mostró. Se trataba del aval personal y político a la firma del mastodóntico acuerdo entre la energética suiza EGL y la gasística iraní estatal NIGEC por la que la primera suministrará gas a Teherán durante 25 años por valor de 10.000 a 20.000 millones de euros. En esta ocasión fueron los Estados Unidos e Israel quienes pusieron el grito en el cielo ante lo que consideraron una flagrante violación del acuerdo internacional sobre sanciones a Irán. Si Calmy-Rey justificó el ‘affaire’ del pañuelo en que se trataba de una simple cuestión de “protocolo”, ahora defendía el acuerdo energético con Teherán en que el gas se encontraba fuera de la lista de represalias contra el país que sigue enriqueciendo uranio fuera del control de la Agencia Internacional para la Energía Atómica mientras continúa lanzando misiles cuyo rango de alcance llega a Israel y a Europa.

Feliz en Irán y fiel colaboradora de los iraníes -además de muy activa en la donación de dinero a Kosovo-, Calmy-Rey sin embargo se abandona al pánico y a los reproches en cuanto regresa a su propio país. Quien llegó a ser la segunda presidenta mujer en la historia de la Confederación Helvética dentro de los turnos rotatorios ya advertía hace poco más de un año sobre cómo la iniciativa de prohibir los minaretes “podría poner en peligro los intereses suizos y a los ciudadanos suizos” (ND). Ahora, cuando el SVP ya ha conseguido muchas más de las 100.000 firmas necesarias para forzar un referéndum que propondrá la prohibición constitucional de los minaretes en Suiza, Calmy-Rey advierte sobre la cólera musulmana que podría avecinarse entre potenciales y no menos letales problemas de seguridad causados por la extrema volatilidad islámica.

’Oficialmente, tenemos miedo’

De hecho, la propia radio suiza estatal reconocía lo “inusual” de que el gobierno federal tome posición contra una iniciativa de referéndum, pero también que esta vez lo que se teme es una “pesadilla diplomática para Suiza”. “La diplomacia suiza y los sectores económicos están preocupados por el hecho de que esta clase de iniciativa pueda desencadenar la misma clase de cólera y de llamadas a la acción por un boicot” al estilo de los que siguieron a los de las caricaturas de Mahoma para Dinamarca. Y ello sin contar con que muchos grupos y ciudadanos musulmanes puedan apoyar sus argumentos a favor de los minaretes en Suiza a golpe de incendio de embajadas o de asesinatos de cristianos, como sucedió en aquella ocasión y como, por otra parte, sigue ocurriendo, con o sin caricaturas.

El Partido Popular Suizo, el mismo SVP que ganó las últimas elecciones generales en el país en medio de su extremadamente polémica campaña para expulsar a los inmigrantes delincuentes, ahora debe hacer frente, como en esta última ocasión, a las acusaciones de "islamofobia" y a sus insperables hermanas de “racismo” (ND). Si en el primer caso se basaban en que su cartel de campaña era una ‘oveja negra’ la que era echada a golpe de coz por las ovejas blancas (ND), ahora las acusaciones de racismo se basan en que el intento de prohibición de minaretes va contra los musulmanes, desde hace unos años autoconstituidos en “raza” propia.

Primero minaretes; después, altavoces

Los dirigentes del SVP afirman que no son “racistas” puesto que no sólo no van contra la ‘raza’ de los musulmanes, sino que ni tan siquiera cuestionan la existencia de las mezquitas actuales en Suiza -dos ya con las clásicas torres islámicas- o la construcción de otras nuevas. Sólo pretenden evitar la erección de más minaretes, a los que no ven simplemente como un recurso arquitectónico tradicional, sino como “símbolos del imperialismo político-religioso” del islam en un país que camina hacia una “solapada islamización”, algo que podría explicar mucho mejor el propio presidente turco Erdogan, en especial después de haber pasado hace años por las cárceles de su cada vez menos laico país por haber hecho campaña política bajo la bandera del poema tradicional que advierte cómo “las mezquitas son nuestros cuartes; los minaretes, nuestras bayonetas” (ND).

Pero el pulso se mantiene también en la británica Oxford, la conocida “ciudad de las agujas (de iglesia) soñadoras” que ahora se las ve contra el intento de la Mezquita Central de la localidad no ya de erigir su propia ‘aguja soñadora’, sino de que ésta, además de soñadora, sea vociferante, puesto que reclama su “derecho” a realizar las llamadas a la oración desde ella a través de potentes altavoces y varias veces al día, aunque perdonando la llamada de madrugada “en atención al sueño de los vecinos”. De los vecinos fieles e infieles, se entiende, que, quieran o no quieran, deberían tener que escuchar el contundente mensaje supremacista en árabe del islam reclamando ‘sumisión’, según denunciaba Charlie Cleverly, el rector de una iglesia anglicana de la ciudad y el hombre que está liderando la batalla en un caso que ha alarmado como pocas veces a la población general de la ciudad universitaria. Pero, ¿qué dice la llamada a la oración musulmana que el muecín grita desde el minarete?

"Venid a la victoria. Venid a la victoria"

Dice esto: “Alá es el más grande. Alá es el más grande. Alá es el más grande. Alá es el más grande. Declaro que no hay más dios que Alá. Declaro que no hay más dios que Alá. Declaro que Mahoma es el enviado de Alá. Declaro que Mahoma es el enviado de Alá. Venid a la oración. Venid a la oración. Venid a la victoria. Venid a la victoria. Alá es el más grande. Alá es el más grande. No hay más dios que Alá”. Muchos, en un intento de revisionismo musulmán occidental intentan interpretar los virulentos mensajes islámicos en clave mística de sufismo de New Age, apta para paladares postmodernos europeos. De la misma forma que interpretan las llamadas a la yihad como una lucha de superación interna, afirman que el “triunfo” al que se llama desde los minaretes es el “triunfo interior” de la persona, y que decir que “no hay más dios que Alá” es como decir que “no hay más dios que Dios”. Pero millones de musulmanes en todo el mundo entienden de forma mística las llamadas a la “victoria” o a la “yihad” tanto como lo hacían en clave iniciática esotérica los ejércitos cruzados en su reconquista de Tierra Santa, sobre la que ya había caído la poco mística “victoria” de la “yihad” islámica.

“Creo que muchas personas que no son musulmanas no conocen el texto del significado en árabe de la llamada a la oración (musulmana)”, advierte Cleverly. “No creo que esas palabras sean neutrales y no creo que la gente de Oxford quiera oír necesariamente la llamada a la oración a Alá, de la misma forma que la gente no quiere que alguien le grite en su cara que compre café”, añade el rector antes de contraatacar el habitual ‘mantra’ de los musulmanes de agravio comparativo respecto a las campanas de las iglesias (ND). “Hay todo un mundo de diferencias. Las campanas son sólo una señal y han estado aquí desde hace 1500 años. Son una parte absolutamente fundamental de nuestra cultura. Y yo no creo que la imposición de otra cultura en nuestro país”. Sin embargo, mientras en Europa arrecia la guerra de los minaretes, en el Reino Unido donde ya proliferan los minaretes ya exigen también la palabra para proclamar sus implacables consignas en árabe.

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