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EUROKRISIS

Los responsables de los actos de violencia racista en Sudáfrica también somos nosotros, los blancos, la gran lacra del mundo mundial

Los responsables de los actos de violencia racista en Sudáfrica también somos nosotros, los blancos, la gran lacra del mundo mundial

Racismos interétnicos africanos se mezclan con las xenofobias racistas intrasociales para terminar responsabilizando de los disturbios en Sudáfrica al "neocolonialismo" blanco y a la herencia del ’apartheid’

21.05.08 • 03:49 GMT • Javier Monjas - Madrid Email

 

Las primeras noticias sobre los disturbios en Sudáfrica los calificaban de “racistas”, en un entorno informativo en el que sólo se destacaba cómo inmigrantes de varios países del África negra estaban siendo linchados por masas enfurecidas de residentes locales. Pero, según se fueron recibiendo las fotografías e imágenes de televisión que mostraban inequívocos grupos de negros matando a otros negros, el adjetivo dominante fue cambiando rápidamente a ataques “xenófobos”. Pasado el primer estupor de unas ejecuciones que no encajaban en los tópicos habituales que aplicar a Sudáfrica, la marea refluyó y se comenzaron a recuperar los adjetivos al uso, con la playa de los tópicos de nuevo dispuesta para el desembarco de las habituales culpabilizaciones. Así, políticos, analistas y hasta algún premio Nobel volvieron a responsabilizar al ’apartheid’, al racismo blanco, al colonialismo e, incluso, al neocolonialismo y a la globalización, de que masas de negros de Sudáfrica mataran a negros de Zimbabwe o de Malawi. La siguiente es la forma en que, una vez más, blancos y occidentales terminaron siendo responsables de que en los suburbios sudafricanos se saquearan las tiendas de los extranjeros negros por parte de otros negros que se repartían el trabajo entre afilar los machetes en el asfalto de las calles y buscar gasolina con que prender a sus víctimas.

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Sudáfrica es uno de los países con mayor índice de criminalidad del mundo, con la mayor proporción de población reclusa del continente africano, y donde precisamente la inseguridad es el principal motivo por el que sus ciudadanos más preparados se marchan al extranjero. Quizás por ello pasaron desapercibidos algunos ataques aislados contra extranjeros inmigrantes de países vecinos registrados en semanas anteriores. De hecho, los enojos sociales que entonces más preocupaban a las autoridades eran los provenientes de un país en pleno ’boom’ económico que se enfrentaba, como Estados Unidos y como Europa Occidental, a la crisis energética derivada de una cada vez más explosiva demanda de electricidad. Tal era la situación que, en meses anteriores, se habían producido llamadas a la declaración del estado de emergencia ante las caídas de la red eléctrica, incapaz de atender a las demandas de una creciente clase media negra que se incorporaba al consumo masivo de comodidad y progreso sufriendo los apagones también clásicos de los países más desarrollados del planeta. Sin embargo, con los primeros zimbabuenses apaleados o abrasados, el discurso cambió en cuestión de minutos.

"Zulúes perezosos"

En una tendencia generalizada en todo el mundo de considerar cualquier ataque a inmigrantes como “racista”, y dando por hecho que, en el entorno de la inmigración, las víctimas siempre proceden de razas distintas de la blanca, esta última siempre potencialmente agresora, medios de todo el mundo se agolparon en la calificación de, precisamente, “racistas” a los graves disturbios registrados en Sudáfrica, en un siniestro adjetivo comodín que se aplica por igual a cualquier crítica aplicada al orbe del islam, sea cual sea la raza del aludido, siempre que este sea musulmán, y por muy blanco que sea el fiel, nato o neonato converso. Esta noticia de un diario español online mantuvo durante algunas horas el adjetivo “racista” para los disturbios hasta que, con toda probabilidad, alguien comprendió que las fotografías de negros linchando a otros negros no encajaban con un enfrentamiento basado en términos de pura raza.

Aún al cierre de esta información, varios medios en todo el mundo -agencias y periódicos occidentales, pero también diarios del África negra y de la propia Sudáfrica- mantenían el comodín del “racismo”, en una calificación que implicaba un fenómeno ajeno a las virulentas rivalidades socioeconómicas del conflicto, apoyadas en las afamadas, clásicas y furibundas inquinas entre etnias y tribus africanas vecinas, y, por tanto, ’racistas’, pero no ’racistamente clásicas’ en el tópico ecosistema informativo internacional. Sólo leyendo con atención los testimonios de residentes de las zonas en pleno incendio social se podían comprender las rivalidades étnicas y raciales que, incluso reflejando las tensiones internas entre las distintas etnias africanas, y lejos del “racismo” clásico de blancos contra negros, echaban -literalmente- gasolina sobre muchos desventurados inmigrantes del África negra. Era precisamente una joven negra, madre de dos niños pequeños, la que declaraba a la prensa local en este sentido cómo los ataques habían sido iniciados por “hablantes de zulú” no sólo contra extranjeros provenientes de Zimbabwe y Mozambique, entre otros, sino también contra ciudadanos sudafricanos que hablaban “tsonga”. “En mi opinión, esto es simplemente una cuestión de celos por parte de esa gente (zulú) que es demasiado perezosa para buscar trabajo”, concluía la mujer, en un revelador análisis de ‘insider’.

"Mañana pueden ser blancos contra negros"

Justo antes de que estallara el conflicto en toda su virulencia, un estudio de la Universidad de Sudáfrica acusaba a los “blancos” de ganar “cinco veces más” que los negros, en un entorno en el que el ‘apartheid’ continuaba vigente, por mucho que fueran precisamente los blancos los que ahora se sienten discriminados por el régimen negro del Congreso Nacional Africano y sus políticas de discriminación positiva (ND). Con las masacres ya iniciadas, desde la dirección académica de la propia Universidad de Sudáfrica también se acusaba precisamente a las políticas de discriminación positiva aplicadas por las autoridades del partido negro antiapartheid de “tratar a los negros como un grupo homogéneo, sin tener en cuenta las diferencias entre ellos”, en una especie de ’racismo’ no declarado por el que los negros gobernantes consideraban que todos sus conciudadanos negros ’son iguales’. “Hoy son los sudafricanos contra los zimbabuenses”, decía el vicerrector del centro educativo, pero “mañana pueden ser los sudafricanos blancos contra los sudafricanos negros, y al día siguiente, los zulúes contra los xhosas”, se decía desde la universidad sudafricano, ampliando las sospechas sobre las potenciales derivaciones del conflicto.

Desde la Comisión de Derechos Humanos de Sudáfrica también se desviaban las causas de los disturbios a un entorno racial entre negros y blancos. “Debemos tener cuidado. Estas cosas se extienden fácilmente a otras comunidades”, decía el presidente del organismo, Jody Kollapen. Constatando cómo “el nivel del resentimiento hacia los extranjeros es muy alto”, sin embargo, Kollapen destacaba que sólo los extranjeros negros eran percibidos de una forma negativa porque “lo que viene de fuera del continente (africano) es visto con una luz positiva, mientras lo de África es visto con una negativa”. “Usted no ha presenciado ningún ataque contra búlgaros, ¿a que no?”, resumía el responsable de la Comisión de Derechos Humanos.

"Lo peor es que es contra negros africanos"

Desmond Tutu, premio Nobel de la Paz y relevante líder anti-‘apartheid’, también pedía, en un dramático discurso, que se detuviera la violencia contra “nuestros hermanos y hermanas” procedentes de países del África negra que acogieron a los sudafricanos (negros) como refugiados en los tiempos del ‘apartheid’. Igual o peor enfoque se mantenía por parte de columnistas africanos o de ascendencia africana más o menos lejana cuando, desde medios europeos, se apuntaba con desolación cómo “lo peor es que la mayor parte del sentimiento anti-extranjeros se dirige hacia negros africanos”. Comentarios de este tipo hacían a algunos lectores manifestar su “esperanza” de que el articulista “no respondiera de forma diferente a la masacre de seres humanos que no resultaran ser africanos negros”. El racismo (negro sudafricano) tiene “sus raíces” en la “esclavitud, el colonialismo y en la ocupación colonial”, todos fenómenos blancos, se concluía desde la prensa sudafricana, en desvío de la responsabilidad de lo sucedido hacia otras tonalidades de piel distintas a la oscura.

El presidente del país, Thabo Mbeki, lanzaba también un dramático llamamiento para que finalizara la cacería del inmigrante negro por parte de sus conciudadanos negros, en medio de más llamadas y recuerdos de solidaridad hacia los desfavorecidos extranjeros del África negra que, sin embargo, no incluían referencias a las diarias expulsiones de cientos de desesperados zimbabuenses que intentan, precisamente, escapar del horror de Mugabe. En este sentido, las autoridades del gobierno sudafricano han venido tolerando incluso la ‘colaboración’ de los escuadrones formados por granjeros blancos (ND) que ven cómo a ellos también les perjudicaba la inclemente marea provocada por el racismo negro del presidente de Zimbabwe y sus desastrosas consecuencias sobre la economía del país, en la forma de la expulsión violenta -en ocasiones, mortal- de los cultivadores blancos de tabaco que sostenían la entrada de divisas en la antigua Rhodesia.

Presidente sudafricano: España "reconquistada"

Además, Thabo Mbeki sigue siendo el mismo presidente que, en plena oleada inmigratoria africana irrumpiendo en Ceuta y Melilla en 2005, se permitía acusar a España de no haber ofrecido “permisos legales” para que los inmigrantes pudieran “entrar en España y en Europa para servir como humildes trabajadores antes que como ‘conquistadores’”. El aun presidente sudafricano sentenciaba que esa política de negación de la entrada legal a quien deseara llegar a España no salvaría a la Península Ibérica de no volver a ser de nuevo “conquistada” a través de unos baluartes que, como las dos ciudades españolas norteafricanas, se fundaron para salvar a España de una África que, en cualquier caso, se iba a tomar la revancha contra quienes sólo defienden “su bienestar y sus propios intereses” (ND), unas palabras que, con el desastre de Zimbabwe ya entonces cernido sobre su población, habrían querido ser escuchadas por los zimbabuenses al otro lado de la valla sudafricana que defiende el bienestar y los propios intereses dejados, precisamente, por el odiado ’apartheid’.

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